¿Preocuparse u ocuparse?
Por circunstancias particulares me vi en los últimos días ante la disyuntiva de dicha pregunta.
En más de una ocasión, recuerdo, me habían hecho notar y había aceptado, que lo importante no es perder el tiempo con ideas, proyecciones o posibles soluciones ante situaciones (aún inexistentes) que deberemos afrontar, pero que todavía no forman parte de nuestro presente. Es decir, el consejo era que lo importante no es preocuparse sino ocuparse.
Coincido aún con esa idea, en el sentido de no angustiarse por anticipado ante circunstancias por venir, pero… atención con esta propuesta si ella nos lleva a no prever, a no pensar alternativas que en el momento en que la circunstancia, situación, problema, o lo que fuera, surja, nos tome tan de improviso que no seamos capaces de encontrar el modo adecuado de enfrentar ese momento.
Es decir, debemos ser responsables para evaluar ciertos riesgos anticipadamente, pero a la vez buscar el equilibrio que nos permita no vivir obsesionados por lo que podrá suceder.
Recurrir a nuestro sentido común, nuestra voz interior y por qué no a nuestra intuición, para reconocer los recursos con que contamos y usaremos ante determinados sucesos, es lo que nos asegura, desde el hoy, lo que quizás en el mañana enfrentemos. Recurrir a nuestro bagaje de genuinos recursos nos contactará con la autoestima, sin excesos y realmente en su justa medida.
Una antigua leyenda cuenta sobre un hijo a quien su padre le dejó en herencia una sortija muy especial, la que le había cambiado su forma de ver las cosas, los sucesos de su vida. En su interior había una inscripción que decía “esto también pasará”. Creo que esa frase tiene relación con la pregunta inicial, saber que en nuestro existir nada es eterno, y de nosotros depende el descubrir la templanza en el momento adecuado para entonces decidir cuando ocuparnos, preocuparnos o ignorar lo que debe ser ignorado.
Diana Alvarez